Joaquín Soler: Es
un estado que llaman los franceses Le
taxocone que es algo así como un equilibrio entre la abstracción y la
concentración ¿no?
Julio Cortázar:
Sí… mira tu pregunta tiene un montón de cosas, pero la podemos sintetizar un
poco.
Bueno,
partiendo desde la noción de horario ¿comprendes? No, no, no tengo ninguna
noción de horario. Me resulta insoportable, nunca he querido… en la época en
que tenía que ganarme la vida con algo que nada tenía que ver con la
literatura, nunca aguanté los horarios.
Busqué
un tipo de empleo que supusiera dos o tres horas de trabajo al día máximo
aunque te pagaran muy poco, porque luego después salías a la calle y eras tú
¿no? Entonces en el trabajo literario es lo mismo. Yo no soy absolutamente nada
disciplinado. Cuando estoy atrapado con un texto… tú ves por ejemplo, en este
momento hay un cuento que camina por algún lado, que empecé a sentir en Londres
(donde estuve hace unos quince días) que ha continuado en París y se vuelve
obsesivo aquí en Madrid y lo estoy escribiendo en diferentes pedazos de papel y
va saliendo, sale por momentos, pero sin ninguna sujeción a horarios porque de
alguna manera el cuento ya está escrito, lo que necesita es convertirse en
idioma y ahí ese es mi trabajo, pero el cuento ya está escrito, no tengo ningún
temor si podrían interceder nuevas interrupciones o en tres semanas que yo no
pudiera trabajar – no importa- el cuento ya está hecho. Lo terminaré en el
primer momento que tenga un café o un café donde se pueda escribir o un tren o
un avión o mi casa. Entonces trabajo de una manera muy desperdigada, muy
anárquica sin ningún horario. Salvo, ya no es una cuestión de horario, ya tengo
obsesión, lo que tú llamabas, una especie de estado hipnótico. Salvo, cuando
estoy llegando al punto central de lo que quiero decir porque en ese momento yo
soy un poco la víctima de lo que estoy haciendo, soy poseído por lo que estoy
haciendo y fíjate que cuando todo el final de Rayuela, fue escrito en
condiciones físicas tremendas porque yo me olvidé del tiempo. No sabía si era
de día o de noche, y me acuerdo que mi mujer venía con un tazón de sopa o me
decía – bueno, hay que dormir un poco- ese tipo de cosas durante varias
semanas, pero antes de eso habían pasado dos años que yo no había hecho nada.
Hacía cosas sueltas. Escribía un capítulo, otro y luego, hay un momento donde
todo se concentra y ahí tienes que terminar. Pero no es una noción de horarios,
es una noción de obsesión, de concentración… O sea que si yo hubiese llegado a
la altura del cuento ese que te estaba hablando, hubiera tenido que terminarlo,
hubiera encontrado un pretexto para no venir aquí (risas) porque de alguna
manera me hubiese escapado porque eso hubiera sido más importante. Por suerte,
no lo es. Estoy muy feliz, no contigo, sino contigo y con la gente, escritores
y amigos.
VÍNCULO:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario